Cuando los tiempos difíciles llegan, el instinto de supervivencia se activa. Qué difícil se hace pensar y actuar para los demás, qué difícil pensar y actuar para el futuro pues el futuro parece no existir y el estar vivo cada día es lo primordial. Esa reacción primitiva, casi inconsciente que nos remonta a lo más primigenio de nuestra existencia nos dice y ubica en que el ser humano y la humanidad en sí misma, no solo debe retroceder hacia estadios anteriores de evolución para su autoprotección, sino que, ésta reacción es necesaria para la sobrevivencia de los cuerpos.
Cuando los tiempos difíciles llegan, el instinto de protección de grupo se activa. Que difícil se hace pensar y actuar para sí mismo, que liberador es pensar y actuar viendo el futuro del grupo, pues ese futuro, el de todos, es la motivación e inspiración de la existencia. Esa reacción es de almas maduras, experimentadas, almas que han sabido trascender de experiencias anteriores menos humanas, más primigenias; existencias anteriores que las han fraguado a través de los tiempos.
Y así cuando nuestras almas desprendidas de lo que nos ata a los cuerpos, buscan renacer en la nueva humanidad, saben que esa reacción primitiva que nos hizo actuar para el ego de una manera individual en el paso de una existencia anterior poco o nada ha significado para su crecimiento espiritual; y es allí, que esa línea de existencia será borrada (más bien escondida penosamente) y consumirá nuestras almas hacia estadios más bien animalescos. La oportunidad de ser humanos queda suspendida y ha sido desperdiciada esta vez a menos que, recapacitando, hayamos asumido que solo actuando y trabajando en y para el colectivo, se nos presenta la oportunidad de ser humanos
«Solo cuando mi pensar sea luz, mi alma brillará. Solo cuando mi alma brille, la tierra será una estrella. Solo cuando la tierra sea una estrella, seré realmente un ser humano.» Rudolf Steiner.
Maria Eugenia Contreras.